La calefacción de casa, de biomasa

No es una energía renovable cualquiera. Es una oportunidad para la recuperación económica, la revitalización sostenible del rural y la protección del medio, pues ayuda a reducir “drásticamente” el número de incendios en nuestros montes, crea empleo poco estacional y es barata. Pero el hecho es que, aunque su potencial es elevado, España deja de utilizar cada año cerca de 18 millones de toneladas de biomasa forestal. Son datos de la organización Unión por la biomasa que lucha porque el gobierno “deje de forzar la desaparición del sector”. No obstante, pese al alto desaprovechamiento y a que existen zonas protegidas que deben ser respetadas y otras de difícil acceso que reúnen unos 14 millones de toneladas de biomasa, otros 14 millones de toneladas sí se aprovechan.

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Se considera biomasa forestal a residuos de la vegetación que cubre los terrenos forestales y restos de primera o segunda transformación de la madera. Hasta la extensión del empleo de materiales fósiles como fuente principal de energía, la extracción de biomasa de los montes para calentar el hogar ha sido una constante histórica. Actualmente, a su uso como fuente calorífica, se le ha añadido el potencial de energía eléctrica.

Según Ecologistas en acción, “si se destina a producción de energía eléctrica, al contrario que otras fuentes renovables, se puede regular el momento en que se produce la electricidad, lo cual es necesario en un mix de generación 100% renovable” y en ambos casos, tienen balance cero de gases con efecto de invernadero a medio plazo “si todo el proceso se hace de la forma adecuada, para lo que se tiene que considerar todo el ciclo de vida”.

La organización recuerda que desde la publicación del Real decreto-Ley 1/2012, se han suprimido las primas a la producción eléctrica mediante fuentes renovables. Entre otras ventajas, se ha tirado por tierra las oportunidades de empleo: “Si las plantas que había en proyecto antes de las durísimas medidas del Gobierno (biomasa, biogás y Forsu), pudieran asegurar una mínima viabilidad y se pusieran en marcha, generarían más de 80.000 empleos, entre los cuales habría casi 7.000 para el mantenimiento y cerca de un millar directamente en el ámbito rural, ganadero y forestal”, calculan desde Unión por la biomasa.

El radiador de biomasa

Mientras el consumo eléctrico en España caía en diciembre al nivel de 2005, su precio subía más del 70%. En la búsqueda de alternativas a la desmesura de la factura eléctrica, los ciudadanos se han fijado en la biomasa térmica, que ha crecido un 20% en un año. En una casa, de la energía que se consume en invierno, hasta un 80% puede corresponder a la calefacción y un 14% se va en calentar el agua. El biocombustible del que se alimentan las calderas de biomasa, resulta mucho más económico que los tradicionales combustibles fósiles. Se calcula que el ahorro puede ser del 70%. Además, su precio es más estable, ya que no depende de lo fijado por otros Estados.

El Estado español realiza más importaciones de combustible, principalmente fósil, que en 1980 y se acerca al 80%, frente a una media europea del 54%. Pero, ¿se están tomando medidas para reducir esta dependencia? En su manifiesto informativo “Energía limpia para una Europa sostenible” la Fundación Equo y la Fundación Renovables consideran “evidente” que las prioridades de las políticas europeas no coinciden con las españolas “a pesar de que nuestros desafíos son mucho más graves tanto en dependencia e intensidad energéticas como en emisiones de CO2”.

Mientras hoy Europa lanza una mirada más ambiciosa a 2030 y 2050, «España ha decidido parar». “El negacionismo que predomina frente a las fuentes renovables, la eficiencia energética, las emisiones contaminantes y el cambio climático merece no solo una reacción de la sociedad española sino también de la sociedad europea contra los intereses de una economía basada en los hidrocarburos y la energía nuclear a través de un mercado oligopolístico”.

La madera crece, el petróleo no

La biomasa forestal ofrece una energía que genera en su entorno cada euro de ganacias. La madera crece, el petróleo no. Los árboles lo hacen, además, aquí. Y su balance del CO2 es nulo.

Pese a las dificultades, en la actualidad, existen gran cantidad de marcas de calderas para biomasa en el mercado y diversos proyectos que fornecen el combustible. Uno de ellos es Montaraz, una consultora de la Asociación Nacional de Empresas Forestales (Asemfo) cuyos integrantes, ingenieros de montes, iniciaron en 2009 la creación de una planta que convierte la madera en astillas, en Lozoyuela, Madrid, al pie de la N-I.

Lo hicieron a través de unas líneas de subvención de la Unión Europea para proyectos que promovieran la generación de empleo en el medio rural, la financiación del BBVA a través de su programa de emprendimiento social Momentum Project y el impulso del programa piloto “ La energía de nuestros antepasados” para la promoción de la biomasa forestal como fuente energética autónoma en comarcas rurales, impulsado por Asemfo.

Las ideas rectoras son: tener limpio el monte, evitar sus incendios y sus plagas, generar puestos de trabajo en los entornos rurales, lograr un balance neutro de CO2 en el consumo de energía y que aquella que se consuma sea del propio entorno, evitando transportes innecesarios.

“Nosotros somos de aquí -cuentan-, de la zona, somos forestales, y quisimos unir un servicio que puede dar el bosque es en sí mismo un yacimiento energético, a las zonas rurales donde antiguamente se calentaban con madera. Lo que pasa es que, buscando la comodidad, se pasaron a combustibles fósiles que nosotros (España) no tenemos”. “La biomasa es tan cómoda como cualquier otro combustible moderno, pero usando un recurso renovable, autóctono, que no hay que comprar fuera y que tiene un montón de beneficios sociales, ambientales y económicos”.

No todo vale (contra los amos de la biomasa)

«Hay que tener cuidado», porque en la denfensa del empleo de la biomasa forestal no todo vale. Tal como indican Ecologistas en acción “la biomasa es una oportunidad de producción energética limpia, pero solo si se cumplen estrictos requisitos».

Por ejemplo, es imprescindible evitar los largos desplazamientos de biomasa que carecen de sentido desde un punto de vista del aprovechamiento energético. Hay empresas y consumidores que lo incumplen. «En Cataluña -dicen- se ha llegado al absurdo de exportar biomasa a Italia para su aprovechamiento energético. La generación de electricidad tiene que tener lugar a pocos kilómetros de la producción o recogida».

También se debe romper con “peligrosas tentaciones» de desarrollar organismos modificados genéticamente o completamente artificiales para obtener una alta producción. «Los grandes laboratorios químicos y empresas energéticas ya están apostando por estas tecnologías tan arriesgadas”. Es algo que ilustra muy bien Los amos de la biomasa por el control de la economía verde.

Así mismo, los cultivos para aprovechamiento energético «no deben entrar en competencia con la producción de alimentos, que tiene que ser prioritaria en una sociedad en la que cada vez más gente pasa hambre».
«Tampoco se puede permitir la ampliación de nuevas tierras de cultivo para cultivos energéticos», icluyendo entre estas «las que se dejaron de trabajar hace cinco años o más, dado que en las mismas ya se ha iniciado el proceso de regeneración natural. En ningún caso se pueden sustituir bosques por cultivos».

«La biomasa -se concluye- no es ninguna panacea para solucionar problemas como el cambio climático o la dependencia energética. Reducir el consumo energético tiene que ser la máxima prioridad”.

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